Los fogonazos impresionistas de César Mora Moreau

Por: Miguel Falquez-Certain

Cuando mi editor y amigo Eduardo Bechara Navratilova me escribió hace poco, proponiéndome que presentara el libro de narrativa breve de César Mora Moreau que él acababa de publicar en su editorial, recordé instantáneamente la cara sonriente y agradable de César que nos acompañó durante el Festival de Poesía PoeMaRío de 2019 pero, especialmente, el día del lanzamiento de mi poemario Hipótesis del sueño en el Centro Cultural Cayena de la Universidad del Norte, precisamente la víspera de mi viaje a Cartagena y de mi regreso a Nueva York. César había asistido con sus compañeras que conformaban el equipo de Miguel Iriarte durante el festival. Me había caído bien desde el día en que le conocí, aunque hasta ese momento no sabía que también era escritor. 

Seguí en comunicación con él y unos meses después me enteré de la publicación de su novela Al final, el océano. Luego de una primera lectura de su libro de relatos Alas para lanzarme del puente y volar, quedé tan impresionado por la voz del narrador, por su desenvoltura al contar su cotidianeidad, pero sobre todo por los textos impecablemente elaborados y ejecutados, que pensé que César era mayor de lo que me había parecido cuando le conocí.

Cuando me respondió que acababa de cumplir veinticinco años, mi sorpresa fue aún mayor. Obviamente le felicité de inmediato, porque estaba frente a unos textos tan bien logrados y exquisitamente escritos que a otros escritores les tomaría mucho tiempo alcanzar. Entre ayer y hoy volví a leer este libro que llega sin preámbulos y sin pedir permiso, con seguridad, elegancia, sutileza y desparpajo, a ocupar un lugar preferencial entre los libros de narrativa breve colombianos.

Son diez relatos que se leen con inmenso deleite. Tienen la rara virtud de parecer elementales y sencillos, pero encierran una sabiduría y un conocimiento de su entorno y de las figuras claves que lo habitan, así como el inmenso talento para decir entrelíneas lo que nuestra imaginación ofrecerá para llenar los vacíos, los ocultamientos, las reticencias y las angustias de un joven que descubre la vida y el sexo en los lugares más disímiles e inesperados. 

Están narrados en primera persona y en tiempo presente, aunque obviamente esto no quiere decir que sean autobiográficos ni que se trate del mismo narrador en todos los relatos. No es esencial si encontramos o no tintes de su propia vida; lo importante es descubrir, en sus sutiles meandros, las vidas de seres que todos conocemos, pero que se iluminan inesperadamente por el detalle o la peculiaridad con los que el autor estructura sus textos.

En “El baile” no sabemos muy bien dónde nos encontramos, aunque paulatinamente se va manifestando la violencia física de unos militares corruptos frente a la indefensión de seres marginados en la prostitución. El baile se convierte en una danza macabra en donde hay que bailar con los compañeros asesinados, nos dice, “hasta que los pies sangren”, y en donde al salir del río, “nuestra ropa empapada deja un rastro en la arena, como si nuestra sombra nos estuviera abandonando al avanzar”.

En “Leo” nos adentramos al mundo del deseo inconfeso ante el amigo de la infancia, en donde una cercanía al rostro del amado se describe como la “distancia en la que se roban los besos”. Una sensación compartida en el pasado aguijonea el presente sin llegar a manifestarse. Uno de los relatos breves mejor logrados es “Música para el tarot”. Nos habla de la soledad que le han vaticinado al protagonista y narrador, pero que bien sabemos es el terror de un adolescente ante el amor sin asideros y la incerteza del futuro.

Uno de los amigos del narrador en “A oscuras” nos muestra el lado sórdido de la represión de las instituciones, del Estado, de la familia y de la religión ante la homosexualidad. Muchos adolescentes desperados por la incomprensión se ven forzados a buscar una solución extrema en el suicidio. Nos dicen que enfrentan una “soledad rodeado de tantas personas” donde “estamos condenados a amarnos a oscuras”. También hay relatos gozosos como “Canción de carnaval” en donde el amor aparece por primera vez y le ayuda a aceptar su fugacidad.

Asimismo, otro lado más tenebroso se hace presente en “Guerrilleros”, donde se deduce el tema de los falsos positivos. Una característica de este relato es la intercalación de las diversas voces en párrafos alternos. Simultáneamente descarnado y sensual, la esperanzas se esfuman entre el fuego y la violencia.

En “Impronunciable” nos muestra ese papel tan común que desempeña el homosexual que no se atreve a aceptarse como tal y juega a la heterosexualidad, engañando a su novia y a sí mismo por igual. Son los deseos no manifiestos que tejen la trama en la mente del narrador. En pocas páginas y con un final contundente, este texto demuestra la destreza del autor para tejer la urdimbre.

El relato que le da el nombre al libro, “Alas para lanzarme de un puente”, tal vez sea el mejor de la colección. En él se conjugan todas las vertientes que se han anunciado en los textos anteriores y en los dos siguientes. Desde el primer párrafo se vislumbra el suicidio del hermano mayor. El viaje de regreso a la ciudad que odia, sus deseos incestuosos en la infancia, el abandono de la madre y, particularmente, su tensa relación con el padre que no sabe cómo manejar la situación, crean la tensión necesaria para la revelación final.

En “El amante”, el narrador juega maravillosamente con dos planos: el libro homónimo de Marguerite Duras y su relación de adolescente, que ha alcanzado finalmente la mayoría de edad, con un oftalmólogo mayor que él. Es un relato que llega como aire fresco, después de una vida atormentada por sus inseguridades y sentimientos encontrados, para asumir con desparpajo su homosexualidad. La intertextualidad con la Lolita de Nabokov que el oculista menciona sirve para definir en sus ojos, así como ante los ojos del lector, el regodeo del adolescente ante su libertad sexual.

El relato más largo de libro, “Retratos familiares”, cierra esta colección para mostrarnos nuevamente, aunque de una manera más elaborada, la hipocresía del homosexual que juega a heterosexual, por un lado, y, por el otro, su relación sentimental con un hombre mayor que, nos dice, “no quiere aprovecharse de él”, y su frustración por el rechazo que encuentra un desfogue en la promiscuidad.

Los textos de Alas para lanzarme de un puente y volar son fogonazos impresionistas en la mejor tradición de Chéjov. Le auguro un largo camino a este libro y una carrera brillante a su autor.

* © 2021 Miguel Falquez-Certain: Nació en Barranquilla. Ha publicado cuentos, poemas, piezas de teatro, ensayos, traducciones y críticas literarias, teatrales y cinematográficas en Europa, Latinoamérica y los EE.UU. Es autor de 10 poemarios, seis piezas de teatro, una noveleta y un libro de narrativa corta, ‘Triacas’, por los cuales ha recibido varios galardones. La novela La fugacidad del instante es su obra más reciente.


Crítica literaria publicada en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/cultura/los-fogonazos-impresionistas-de-cesar-mora-moreau/

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Cessare
Escritor colombiano. Es autor de las novelas "Siempre nos quedará Bogotá", finalista del Premio Nacional de Novela Corta 2018 organizado por la Universidad Javeriana, y "Al final, el océano", que ocupó el primer lugar en el Premio de Novela Distrito de Barranquilla 2019. Su libro de relatos "Alas para lanzarme de un puente y volar" fue ganador del Portafolio de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla en la modalidad de Narrativa.