Al final, el océano: Fragmento


1


Estábamos en la hamaca meciéndonos en el otro. El olor a salitre mezclado con el sudor de Arturo era todo lo que sentía. Y me bastaba. No necesitaba el sonido de las olas furiosas, los ladridos insistentes de un perro callejero o la música lejana y breve de los buses que atravesaban por la carretera. No quería ver ni siquiera los colores del mundo y los muchos azules del paisaje.

(Hablando de azul, amor se escribe con la misma inicial. Arturo también).

No necesitaba nada más que nuestras respiraciones, sus latidos anunciándome que estaba allí y sus besos en mi frente. La brisa nos acunaba. Y eso que para mí no significaba nada, lo mantuvo preocupado por un buen tiempo.

—¿Qué tienes, mi Capi?

—No es nada.

—¿Seguro?

—Tranquila mi amor.

No quise insistir y besé las partes de su cuerpo que estaban a mi alcance. Dimos vueltas en la hamaca como si estuviéramos peleando y nos reconciliamos cuando nuestras formas estuvieron juntas.

Así llegó la noche. Solo hasta ese momento el perro se había callado, pero las olas seguían y ahora las chicharras se habían unido al coro. Arturo propuso ir al pueblo para comer y bailar. Yo le dije que sí, pero antes quería bañarme en el mar un rato.

Salimos de la choza y lo primero que sentí fueron las cosquillas de la arena que se enredaba en mis cabellos por culpa de la brisa. Me cubrí el rostro para protegerme y avancé a ciegas al lugar en el que me esperaban las aguas.

Detrás de mí, Arturo se acercó corriendo para sujetarme y yo me escapé de sus brazos. Él seguía con su expresión seria, que trataba de disimular riendo. Corrí por una arena cada vez más fría y húmeda hasta que la espuma y las aguas tocaron mis pies y sentí un frío terrible, y miedo. Me di la vuelta en busca de Arturo, ¿Capi?, pero no lo veía.


2


Del otro lado de la línea, la respiración agitada. Su voz apenas resalta sobre el rugido del mar y los gritos de los marineros.

—¿Capi? ¿Capi? ¿Estás ahí?

La casa está a oscuras. No sé qué hora es, pero todavía no ha amanecido. Creo que soy la única persona que habita esta noche y mi voz vuela con las aves hasta el mar.

—¿Arturo?

Me arrepiento por no haber corrido más rápido para contestar el teléfono. Mi corazón quiere estallar. No me atrevo a creer lo que mi mente está imaginando.

—Pensé que no te escucharía de nuevo —Arturo suena calmado.

—¿Qué pasó?

El silencio se abre paso en la llamada. No sé por qué estoy llorando. Me aferro al auricular rezando en voz baja. No quiero colgar. Sé que la llamada se reconectará sola. Debo tener paciencia.

—¿Me escuchas bien?

—¡Aquí estoy Capi, dime que me oyes!

—Te oigo, mi amor… No tengo mucho tiempo —la voz de Arturo se mezcla con los sonidos de alarmas desde lo que parece un centro de control—. Solo quería decirte que te amo.

—¿Dime qué pasa? —la llamada vuelve a desconectarse. Me siento en el mueble para controlar mis temblores y muerdo el cable del teléfono, que parece un resorte—. ¡Respóndeme, por favor!

Un sonido agudo lastima mi oído. Luego vuelve el caos del mar.

—¿Me escuchas? —me pregunta Arturo. En el fondo alguien grita su nombre. Él lo ignora.

—Vuelve a casa —no sé qué más decirle. Trato de sonar tranquila para que no escuche el ruido de mi
corazón que resuena en toda la sala.

—Hay mal tiempo, mi amor… Te prometo que te llamo mañana.

No quiero que cuelgue. No tardaré ni dos segundos en decirle lo que siento, pero esas palabras me suenan tanto a una despedida que no soy capaz de pronunciarlas.

—...

—...



—Te amo —el pitido del teléfono me anuncia que la llamada se desconecta por completo. Quiero creer que me escuchó. No estoy segura. Lo primero que le diré mañana es que lo amo. También le diré que lo extraño. Escribiré en una hoja todo lo que siento, que no se me escape nada.


Fragmento de la novela "Al final, el océano" de César Mora Moreau. 

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Cessare
Escritor colombiano. Es autor de las novelas "Siempre nos quedará Bogotá", finalista del Premio Nacional de Novela Corta 2018 organizado por la Universidad Javeriana, y "Al final, el océano", que ocupó el primer lugar en el Premio de Novela Distrito de Barranquilla 2019. Su libro de relatos "Alas para lanzarme de un puente y volar" fue ganador del Portafolio de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla en la modalidad de Narrativa.