C'est Bogotá, mon amour

Gaby se recostó sobre el hombro de Antoine, mientras los brazos de él se ceñían a su cuerpo y la estrechaban cada cierto tiempo, como asegurándose de que ella seguía presente. Por más que ambos habían tratado de dormir, ninguno era capaz de conciliar el sueño.

—Sabes que esta es nuestra última noche.

—Lo comprendo —susurró Antoine en un español tan perfecto que Gaby fue consciente de todo el tiempo que había pasado. Tiempo que pronto llegaría a su fin.

Los amantes, Pablo Picasso

Era curioso que ninguno de ellos sintiera la necesidad de poseer al otro con la misma voracidad del inicio.

—Espera. —Antoine se levantó de la cama, buscó su celular y desenredó los audífonos a toda prisa.

—¿Qué haces?

—¿Quieres bailar? —Acomodó un auricular en su oreja y le pasó el otro a Gaby. Se abrazaron, dejándose llevar por la música, por el sentimiento.

Estaban en una habitación de hotel desordenada, maloliente y con problemas de humedad, en el centro de Bogotá. Gaby no le hizo caso a ninguno de esos problemas. Toda su mente estaba enfocada en no ahogarse en esos ojos que la miraban de frente y se desbordaban.  Ella también quería llorar, pero en cambio dejó escapar una risita. No de burla, ni por los nervios. Rio por el curso que había tomado su noche de sexo casual.

En esa ocasión había ido a la discoteca acompañada por sus amigas, y estaban a punto de irse cuando lo vio llegar.

—Lo quiero en mi cama —dijiste, ignorante, al ver a ese hombre pálido, alto y con ese rostro de niño. Aún no te habías fijado en el azul de sus ojos. Te daba un poco de vergüenza acercarte, pero no dejaste que los temores te inundaran. Fue cuestión de segundos para que liberaras tu magia, para que tu cabello negro atrajera su mirada y tus labios pintados de rojo cantaran la canción que estaba sonando en ese momento. La belleza de tu piel morena fue lo que llevaría a Antoine a tocarte del hombro y susurrarte "¿bailar?" en un español tan mal pronunciado que incluso te resultó muy tierno.

La letra de la canción favoreció tus planes, justificó la cercanía de sus cuerpos y aumentó su temperatura en esa noche.

—¿Quieres ir a mi casa? —le susurraste y, ante su encogimiento de hombros, le escribiste la propuesta en el traductor de tu celular.

—Oui —fue su respuesta y abandonaron la discoteca. Él te tomó de la mano y tú no te molestaste en apartársela, simple y sencillamente porque sería una aventura de una sola noche. Solo sería sexo casual. Pura casualidad. De un solo día. Máximo dos o tres.

Te despediste de Mariana e Itzel picándoles el ojo y desde el taxi las caricias no se hicieron esperar. Solo sería sexo casual, repetiste mientras sentías los dedos del francés recorriendo tus pezones. Pura casualidad, susurraste cuando entraron a la casa, luego a tu habitación y sus labios te iban conduciendo al orgasmo, uno que llevabas meses sin sentir. De un solo día. Él te miró a los ojos y tú te ahogaste en esos océanos que resplandecían a pesar de la oscuridad. Máximo dos o tres, gritaste para tus adentros y sentiste miedo porque sus labios te besaban con tanto cariño. Te aterró cuando acarició tus cabellos y te besó en la mejilla. No podías describir el horror cuando te dormiste sobre su brazo y, al despertar, tu cabeza seguía en el mismo lugar y a él parecía no importarle.

Cuando la mañana llegó y ambos se encontraron despiertos, él te pellizcó la mejilla y dijo:

—Yo, Antoine... ¿Tú?

—¿Antu... qué?

—Antoine.

—Yo me llamo Gaby.

Solo sería sexo casual. Te levantaste de la cama y recogiste tu ropa. Pura casualidad. El francés buscó sus calzoncillos en el suelo y se vistió entre bostezos y estiramientos de brazos. De un solo día. Lo acompañaste a la puerta de tu casa y esperaste hasta que pudieron detener un taxi. Lo viste abordar el auto y luego devolverse con el celular en alto. "¿Cuál es tu número de teléfono?", leíste en su pantalla. Máximo dos o tres.

—¡Tenemos problemas! —gritaste al entrar a Turkos y observar a tus amigos sentados en la cocina, en espera del interrogatorio que te harían.

—¿Por qué? —preguntó Eduardo, preparando su desayuno.

—¡Lo amoooooo!

La canción terminó. Gaby abrazó con fuerzas a Antoine y ambos se bañaron en las lágrimas del otro.

Qué rápido transcurrieron los meses... Estaba tan cerca de decir adiós que el corazón se le paralizaba con solo pensarlo, por esa razón se sentó en la cama para llorar más cómoda. Antoine la rodeó con su brazo.

—Gracias por el mejor sexo casual de toda mi vida.

—¡Idiota! —le gritó, y él le hizo cosquillas. Forcejearon unos segundos y luego, ambos terminaron boca arriba mirando el techo—. Quisiera hacerte una pregunta.

—Adelante.

—Ya que yo regresaré a Barranquilla y tú te irás pronto a Francia... Quería saber una cosa. —Gaby se detuvo y trató de recordar esa frase que aprendió un mes atrás, justo la noche en que descubrió cuán enamorada estaba de Antoine. Repitió las palabras tantas veces que ya se sentía lista para pronunciarlas en francés—. C'est fini ?

Antoine le secó las lágrimas y la miró a los ojos como si estuviera haciendo un juramento, un pacto, un voto que nunca rompería: 

—Es infinito.

C'est Bogotá, mon amour.

The Lumineers - Sleep On The Floor


Por: César Mora Moreau.

Comentarios

Publicar un comentario

Mi foto
Cessare
Escritor colombiano. Es autor de las novelas "Siempre nos quedará Bogotá", finalista del Premio Nacional de Novela Corta 2018 organizado por la Universidad Javeriana, y "Al final, el océano", que ocupó el primer lugar en el Premio de Novela Distrito de Barranquilla 2019. Su libro de relatos "Alas para lanzarme de un puente y volar" fue ganador del Portafolio de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla en la modalidad de Narrativa.