Herman Munster también disfruta del Carnaval de Barranquilla


Por: César Mora Moreau

En una mansión gótica, un monstruo enorme, con el rostro surcado de cicatrices y varios tornillos clavados en su cuello destruye una puerta y sigue su camino con pasos torpes.

¿Es ogro? ¿Es un zombie? No y técnicamente tampoco es Frankenstein, sino Herman Munster, el personaje protagonista de uno de los shows televisivos más exitosos de los 60: La familia Munsters.

Recordando la apertura de la serie, me imagino visitando la casa de los Munster costeños para entrevistar a Herman Munster. Pienso en las telarañas colgando del techo, los murciélagos revoloteando por la casa y el dragón mascota que vive debajo de la escalera escupiendo fuego.

Es jueves, el día en que Herman salió del hospital.

En estos momentos estoy sentado en la sala de la familia Munster en compañía de Shirley Guzmán o Lily Munster, hermana de Enrique y esposa de Herman. Es un lugar luminoso. Varias cortinas separan unas habitaciones de otras. La abuela está sentada en su mecedora, mientras otra hermana de nombre Jazmín, quien durante una época también fue Lily, arregla el cabello de una cliente en una habitación contigua. Veo juguetes en el suelo, que deben pertenecer al bebé de no más de tres años que merodea por el lugar. Entre tanto, su mamá responde mis preguntas.

¿Cómo surgió la idea de disfrazarse?

“La idea fue de Kike, que es el protagonista y quien inició todo esto. Él me pidió que le sirviera de acompañante y ahí salimos los dos”, dice con timidez la mujer que tiene un bonito rostro redondo, cabellos castaños y muy despeinados.

Se balancea en un mecedor y le pide a su hijo que se comporte, mientras conversamos. Sus respuestas son cortas. Cuenta que ella se disfrazó solo unos cuantos años “tres o cuatro” y la razón por la que no continuó con el papel de la vampiresa fue porque su trabajo se lo impedía.

Aunque su participación como la esposa de Herman en los carnavales fue intermitente y breve, no dudó en maquillar su rostro, peinar sus cabellos negros y largos, pintarse un mechón de blanco (característica de Lily Munster) y usar un vestido de lentejuelas, todo esto para acompañar a su hermano en las discotecas y eventos donde era contratada la pareja de monstruos. Una de las experiencias que más recuerda Shirley fue la ocasión en que el matrimonio Munster viajó a Bogotá sin tener que pagar un peso, para promocionar la marca de maquillaje que transformaba sus rostros.

 Segundo a segundo, la pena de la mujer va desapareciendo. Lo puedo comprobar cuando responde a la pregunta: “¿Qué era lo que más te gustaba de disfrazarte?”.

 “Todo. El ambiente, el maquillaje, todo. Que uno ya se veía diferente…”.

Mientras esperamos a que Herman haga su puesta en escena en las entrevistas, Lily cuenta con orgullo que ella y su hermano eran los únicos Munsters en Barranquilla. Luego los copiaron.

Antes de darle paso a su hermano, Lily o Shirley, como prefieran, describe aún con rabia la ocasión en que le jalaron el cabello en un evento del carnaval: “Iba yo entrando, y una señora preguntó  ¿ay niña, ese pelo es de verdad? Y me metió un jalón” afortunadamente no le dañaron su peinado. Simplemente se alisó el cabello con su mano y siguió avanzando.

El nacimiento del monstruo

¿Por qué Herman Munster?

Lily Munster se ha marchado con su hijo. ¿Van a una cueva lejana o a alguna habitación de la casa? Estoy junto a Herman Munster, que ese día es Enrique Guzmán. Pide que repita la pregunta. Lo hago. Piensa unos segundos.

Con voz animada y rostro risueño, Enrique cuenta su historia que tiene como inicio a un pequeño sentado frente a la pantalla del televisor fascinado con la familia de monstruos: padre Frankenstein, madre y abuelo vampiros, hijo lobo, sobrina humana y dragón de mascota.

La familia Munsters es un programa que le recuerda su niñez y lo muy feliz que fue durante su infancia, observando las ocurrencias de Herman Munster. 

“Yo era muy fanático de la serie. Desde niño me gustaron todos los personajes, y las cosas que hacían, y eso me recordaba a mi propia familia”. Ese gusto por la serie fue lo que ocasionó que durante una Batalla de Flores, muchos años después, se le ocurriera “sacar algo raro para el carnaval”. Pero la aventura carnavalera comenzó el año siguiente, en 1985, cuando Kike se inscribió para participar en el Carnaval, mandó a fabricar los zapatos de su personaje, compró una chaqueta y consiguió una máscara genérica de látex de un monstruo.

“¡Qué disfraz bueno!”, “Baila Munster” y “¿Dónde dejaste a la familia?” fueron algunas de las frases que recibió durante su primer desfile por parte de los extranjeros y locales que disfrutaban viendo al personaje. Los visitantes que lograban cruzar la cerca que separaba a los espectadores de los artistas lo abrazaban, se fotografiaban con él y le estrechaban la mano.

Con el paso de los años el personaje se fue volviendo un miembro más de la familia del Carnaval, pero siempre tuvo presente la necesidad de reinventarse: “Tengo que evolucionar”.

Herman recuerda que estaba viendo un programa donde explicaban cómo maquillar a un monstruo marino cuando supo el cambio que quería. Aunque al principio las dudas lo invadieron: “Debe ser muy difícil, yo no tengo los materiales”, al final del programa cuando presentaron a otros personajes maquillados, entre ellos Frankenstein, Enrique se decidió a reformar su apariencia de Herman.

De la misma forma que los hombre rasuran su barba, cepillan sus dientes y se duchan a diario, Enrique recortó su máscara bordeando las orejas, la frente y la parte posterior de la cabeza e investigó en libros de maquillaje para Halloween todo lo que debía saber sobre el aspecto de Herman Munster. También entró al grupo de teatro “Actores” dirigido por Mario Zapata con el fin de pulir las características psicológicas de su personaje.

El Herman renovado tuvo su debut en el año 90 y fue tanta su popularidad y similitud con el personaje, que un día se sorprendió mucho cuando recibió una llamada de un periodista. “Me llamó Ernesto Mccausland...y yo me asusté”, confiesa.

Ernesto y Enrique acordaron un encuentro para una entrevista en la casa de este último, y Herman mostró delante de las cámaras su rutina y preparación para los carnavales. Luego de eso se sentaron en el patio y Enrique contó la razón que lo había llevado a querer participar en el carnaval.

“No encontraba el sabor, entonces tenía que estar dentro de la olla para que pudiera hervir” con esta frase resumió todas las razones que lo llevaron a ser un personaje del carnaval.

La necesidad de cambio del monstruo

Los años siguientes, con la misma premisa de “evolucionar como sea”, Enrique hizo una serie de modificaciones a su disfraz. “Nosotros estamos en carnaval, dejémos que Herman viva el carnaval”. En adelante, dejó la ropa oscura en algún lado de su mansión y empezó a utilizar trajes colorido, sombreros de plumas y atuendos brillantes.

Para Enrique la vigencia del personaje dependía del cambio, porque la gente suele aburrirse de ver siempre lo mismo.

Año tras año, Herman Munster fue volviéndose más conocido. Para Enrique una de las razones que  pueden explicar su éxito, es que él vivía su personaje y actuaba como actuaría el verdadero Herman. Todos los espectadores se maravillaban con el parentesco  entre el Herman costeño y el gringo. Enrique recuerda que en una ocasión durante un desfile, unos periodistas le preguntaron por qué  Herman Munster había venido a Barranquilla: “Porque es el mejor carnaval del mundo. Yo quería venir a investigar y a gozármela”.

Para darle un descanso al personaje durante un año se disfrazó de Jeepers Creepers, un demonio protagonista de una película, “pero no tenía la fuerza que tenía Hermán”.

El imitador del Herman costeño

Según los hermanos Guzmán, ellos eran las únicas personas que se disfrazaban de los Munster en Barranquilla. “Después  nos empezaron a imitar, pero no era igual. Los otros se veían como más corronchitos...nosotros éramos los Munster pupis” afirma Herman y recuerda que un grupo de personas le insistía para que se maquillara delante de ellos.

Aunque Enrique se mostró desconfiado al principio ante tales propuestas, pronto accedió y confirmó sus sospechas cuando en los carnavales siguientes surgió otra pareja Munster.

“Pero no era lo mismo. No tenían la gracia, les faltaba algo”, en este punto Enrique vuelve a mencionar la importancia de saber interpretar el personaje para volverse creíble. “No es que te pongas el disfraz, es que lo sepas interpretar”.

Herman y Lily mencionan a sus imitadores, como los Munster de Soledad. Aunque Kike no da más información acerca de ellos en su rostro se refleja el desagrado por ser copiado.

El futuro del monstruo

A pesar de todos los reconocimientos que ha recibido Enrique siendo Herman, entre ellos haber salido en el libro del Carnaval del fotógrafo Samuel Tcherassi, no pudo evitar tener una hernia que le impidió participar en los últimos tres carnavales, pero ese no es el fin para Herman.

Antes de terminar la entrevista, Enrique o Herman (ambas partes están más unidas de lo parecería) afirma que lo más importante es causar una reacción en las personas. “De lo contrario es como si no hubieras hecho nada”.

Las frases “Munster, tú no vas a salir este año” “Aja, Munster” “Joda, dile a Munster que salga”, dichas por sus conocidos son suficiente motivación para seguir con el personaje. A pesar de los inconvenientes que se puedan presentar, Enrique tiene pensado continuar con su otra parte.

Semblanza publicada en la versión web del diario El Espectador https://www.elespectador.com/noticias/nacional/atlantico/herman-munster-tambien-disfruta-del-carnaval-de-barranquilla-articulo-680358

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Cessare
Escritor colombiano. Es autor de las novelas "Siempre nos quedará Bogotá", finalista del Premio Nacional de Novela Corta 2018 organizado por la Universidad Javeriana, y "Al final, el océano", que ocupó el primer lugar en el Premio de Novela Distrito de Barranquilla 2019. Su libro de relatos "Alas para lanzarme de un puente y volar" fue ganador del Portafolio de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de Barranquilla en la modalidad de Narrativa.