Por: César Mora Moreau
Es un espíritu que no puede dejar de bailar.
Si vas un viernes a La Troja de seguro la verás moviéndose de un lado a otro y siendo poseída por los ritmos africanos.
Algunos la ven morena, de piernas gruesas y pechos grandes. Otros prefieren ver en ella a una turista que recién aprendió a bailar.
Ella está allí, moviéndose, toreando a los hombres que se acercan y no pueden seguir su ritmo. Disfruta eso. El sudor, el olor a cerveza, el aroma a sexo la vuelve loca.
Baila para llenar el vacío que le deja no poder estar con nadie.
Baila y baila, no existe, solo baila.
Es casi un espejismo, un eco del lugar.

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