Tocá el portón de madera en la pared que no habías visto nunca antes.
Decí “por favor” antes de abrir el cerrojo,
pasá,
caminá por el sendero.
Un rojo diablillo de metal cuelga de la puerta principal pintada de verde
como llamador.
No lo toques, te va a morder los dedos.
Caminá por la casa. No agarres nada.
No comas nada.
Sin embargo, si alguna criatura te dice que tiene hambre,
alimentala.
Si te dice que está sucia,
lavala.
Si se lamenta de que tiene dolor,
si podés,
aliviáselo.
Desde el jardín trasero vas a poder ver
el bosque.
El profundo aljibe por al lado del cual pasás lleva
al reino del Inviero;
hay otra tierra al fondo de él.
Si das la vuelta aquí,
podés volver a salvo;
no vas a perder honor. No voy a pensar menos de vos.
Una vez que hayas cruzado el jardín, vas a estar en
el bosque.
Los árboles son viejos. Ojos miran desde la maleza.
Debajo de un roble retorcido se sienta una anciana.
Puede que te pida algo;
dáselo.
Ella te va a señalar el camino al castillo.
Adentro de éste hay tres princesas.
No confíes en la menor. Seguí caminando.
En el claro, detrás del castillo, los doce meses
se sientan alrededor del fuego,
calentándose los pies, intercambiando historias.
Puede que te hagan favores si sos cortés.
Puede que recojas frutillas en el frío de julio.
Confía en los lobos, pero no les digas
a dónde vas.
El río se puede cruzar en balsa.
El balsero te llevará.
(Y la respuesta a su pregunta es ésta:
si le da el remo a su pasajero, va a poder ser libre y dejar el bote.
Decile esto sólo desde una distancia segura).
Si un águila te da una pluma, guardala bien.
Acordate: los gigantes dueremen profundamente,
las brujas suelen ser traicionadas por sus apetitos,
los dragones tienen un punto débil, siempre, en algún lugar,
los corazones pueden estar bien escondidos,
pero los traicionás con tu lengua.
No sientas celos de tu hermana.
Sabé que los diamantes y las rosas
son tan incómodos cuando se balancean
de los labios de uno como sapos y ranas:
más fríos, también, y más filosos, y cortan.
Recordá tu nombre.
No pierdas la esperanza -lo que buscás va a ser encontrado-.
Confía en los fantasmas. Confía en que los que ayudaste
te van a ayudar cuando sea su turno.
Confía en los sueños.
Confía en tu corazón, y confía en tu historia.
Cuando estés regresando, volvé por el camino por el que fuiste.
Los favores van a ser devueltos, las deudas, saldadas.
No te olvides de tus modales.
No mires para atrás.
Subite a la sabia águila (no te vas a caer).
Subite al pez plateado (no te vas a ahogar).
Subite al lobo gris (sostenete bien de su pelaje).
Hay un gusano en el corazón de la torre;
es por eso por lo que no va a mantenerse en pie.
Cuando llegues a la casita,
el lugar en el que tu viaje empezó,
la vas a reconocer, aunque te va a parecer
mucho más pequeña de lo que recordabas.
Caminá por el sendero, y por el portón del jardín
al que no habías visto nunca sino una vez.
Y, entonces, volvé a tu hogar. O hacé una hogar.
O descansá.

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